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VERTEBRAL

Los mansos (fragmento)

No saben. Los chicos no saben por qué les pasa eso y no otra cosa. Los padres tampoco. Y siguen viviendo. Y siguen arrastrando los pies. Por el asfalto o por el barro. Y los chicos se pisan los cordones, se tropiezan y se caen. Se lastiman las rodillas y se ensucian, pero vuelven a ponerse en pie y siguen. Como todos los días. Como toda la vida. La de ellos y la de sus padres. Y las de generaciones anteriores, que siguieron con sus vidas y así se fueron. Siempre. Igual. Hasta que algo, tal vez, ocurre. Algo que todo lo cambia. Algo que llega o que alguien provoca, y que, aunque sea un evento anunciado, aunque viéndolo a la distancia no parece que hubiera habido otro desarrollo posible, resulta sorpresivo, inesperado. Es como si no vieran, como si no escuchasen, como si la vida les rozara la piel y siguiera de largo. Como si se hubiesen habituado a las escoriaciones, a las quemaduras, a los moretones. Como si el letargo les impidiese reconocer que esa es su vida. Y eso que pasa lo cambia todo. Y entonces se dan cuenta de que podía ser peor.

Claudia Hercman

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