Ellas vienen galopando con sus nidos, lanzadas en estampida silenciosa. El torrente viscoso y caliente nos roza y nos enciende en blanco y negro. Y aullamos, exigimos. Se erizan las lenguas. Lenguas de fuego, que se extinguen en el viento. Lenguas sin manos. Lenguas que no acarician, no consuelan y no curan. Que mutan, se congelan, que no corren con el tiempo.
Las niñas no pueden solas. ¿Dónde están las manos? Las que castigan, las que remedian. Manos que aplauden y que golpean. Manos que firman. Las de las niñas pasadas. Manos de mujeres.
Claudia Hercman
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